Cada ser humano encuentra un
espejo en el transcurso de la vida en el cual refleja sus sentimientos y sobre todo
con el que confronta cada error.
En el espejo observamos las grandezas
físicas como también las inconformidades, de lo que si estamos seguros es que
la vida nos muestra día a día aquellas decisiones que se tomaron sin mirara
hacia atrás y haciéndonos sordos a las
recomendaciones de otros. La vida es otro espejo, es otro juego de naipes con
el que ganamos y somos felices, como también perdemos y nos arrastramos en el
dolor.
El espejo de la vida lo movemos
cada uno de nosotros, lo ponemos en el centro de nuestra habitación para que
nos recalque cada error o lo ponemos de espaldas hasta que no cambiemos cada tropezón.
Hoy Dios nos llama a reflexionar,
a tenerlo a él como el centro de nuestra vida, a tener presente que somos su
imagen y semejanza y que sólo basta pensar en él para darnos cuenta cómo estamos
en el espejo de la vida.

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